Miedo al miedo.
Cuando la ansiedad pasa de ser una situación adaptativa y necesaria para afrontar las rutinas diarias a otra en la que la intensidad y la duración de los síntomas limitan la vida de la persona, entonces estamos hablando de un trastorno de ansiedad.
Si la aparición de un miedo intenso acompañado de palpitaciones, taquicardia, dificultad para respirar, dolor torácico, sensación de pérdida de control se hace presente, estamos ante una crisis de pánico en el que la intensidad de los síntomas nos lleva a creer que sufrimos un cuadro de extrema gravedad vital.
La primera vez que la persona experimenta un cuadro de estas características, comienza a evitar situaciones que le puedan desembocar en otro episodio igual.
En muchas ocasiones, estas crisis de pánico vienen acompañadas de miedo intenso a encontrarse en situaciones en las que, en caso de sufrir otra crisis, pueda resultar difícil escapar de la situación o poder recibir ayuda, es decir agorafobia. Estas personas evitarán salir solos de casa, ir al cine, viajar en transporte público (tren, autobús, avión, etc.), ir a sitios donde haya mucha gente.
Es importante la evaluación del primer episodio de pánico pues es el único que es inesperado. En los demás, el comportamiento de la persona tendrá mucho que ver, por tanto, el control de las crisis está bajo el mando del cliente, aunque, en principio, no tenga capacidad para observarlo debido al malestar que provocan sus síntomas.
Que el cliente conozca cómo funciona nuestro organismo antes, durante y tras una crisis de pánico es importante para establecer un clima de seguridad y confianza.
La terapia se estructurará en sesiones con la periodicidad adecuada para que la evolución de la persona sea la óptima.